camina sobre la cuerda entre sus colmillos lleva atrapado su corazón. Desde el amplio ventanal lo ve. Camina en la cuerda con cautela, felinamente, imponiendo su majestuoso donaire. En el otro extremo alguien lo espera y quizás acaricie su lomo, unte sus garras, lo mire fijo a sus ojos verdes, felinos, tiernamente crueles, como los él, aquel día cuando arrastró su corazón como una esponja y también la llevó a caminar incoherentemente sobre una cuerda floja. En el insomnio, en la desesperación, en su sinrazón, ella aun lo espera del otro lado. Sabe que puede herirla con sus garras, que puede destrozarla con sus colmillos, que se adentrará en su mirada de selva impenetrable.
Pero hoy está a la defensiva y si vuelve a hacerle daño cortará el extremo opuesto y como el tigre caerá en su propia trampa.
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